jueves, 18 de junio de 2009

Sonrisas y Abrazos

He decidido llenar mi vida de sonrisas y abrazos

Noto que al sonreír la expresión de mi cara se distiende, las arrugas de la frente se suavizan, los ojos se relajan, la mandíbula se ensancha y mi rostro en general adopta la expresión de una persona que sabe lo que quiere, de una persona que esconde un agradable secreto, de una persona que invita a la conversación y, en definitiva, de una persona que te resulta familiar. Al cruzarme con otros por la calle veo que algunos se quedan con las ganas de saludarme; si me doy cuenta a tiempo, soy yo el que inicia el saludo.

El tema no resulta fácil, pues yo soy más bien de expresión adusta, pero lo que comenzó como un ejercicio de voluntad, observo que poco a poco se va convirtiendo en algo habitual. Cada vez tengo que esforzarme menos en sonreír y la gente que pulula a mi alrededor lo nota. Ahora soy más conversador, más asequible, más cercano......y resulta que esto me gusta. Como también me gusta abrazar, pero no ese abrazo con palmadita en la espalda (la palmadita es como un diapasón que marca el tiempo de su duración), si no un abrazo envolvente, de rozamiento total, de entrega absoluta, de silencio, de empatía, de comprensión, de amor.....

Cuando abrazo a alguien noto lo importante que es la proximidad entre las personas. El cuerpo del abrazado normalmente responde con algo de rigidez al primer contacto, y si persisto en el intento, hay personas que intentan alejarse con rapidez, pero también hay otros que, por un segundo, se relajan y comparten conmigo ese momento.

De bebé, sonreír y abrazar son actos intuitivos que se realizan de manera inconsciente, pero con el paso del tiempo vamos perdiendo esa naturalidad.

Volvamos a recuperar nuestra capacidad para abrazar y sonreír, nos lo merecemos.

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