domingo, 19 de marzo de 2023

19 de Marzo_Día del padre de mis hijos.

A pesar de que no soy muy, o mejor, nada seguidor de los famosos "días para todo", he de reconocer que este de hoy me ha llegado al alma, ha sido un día perfecto, no por ser José sino, fundamentalmente, por ser PADRE DE MIS HIJOS. 

El placer de cocinar cuatro tonterías para Susana, Sergio y Julieta y compartirlas vía guasap con Paula y Marc, que aunque lejos en la distancia siempre están cerca en el corazón.

Macarrones al estilo familiar
Queso frito con mermelada de tomate
Almendritas Lelete y jamoncillo

Y a pesar de nuestras advertencias estos hijos que me siguen haciendo regalitos........

Y la sorpresa de recibir por email, el de Paula.........(copio y pego)..............

—Papá, ¡papá!

A través de la puerta llega el suave tintineo de las llaves, que siempre se agitan revoltosas, como si disfrutaran interponiéndose en la búsqueda de la que encaja en la cerradura. Corro por el pasillo que tantas veces he recorrido, a veces con luz y a veces a oscuras, intentando llegar hasta la puerta antes de que se abra. Mi madre también se acerca desde el otro extremo, con su cabellera de león y los ojos brillantes de alegría. Son segundos eternos, casi más largos que todos esos días, ¿o tal vez semanas?, de ausencia, pero al final oímos la llave girar y la puerta se abre con un leve chirrido.

—¡Papaleo!

Me abalanzo sobre mi padre, que me levanta entre sus brazos y me da un beso. ¡Cuánto he echado de menos esa cara tan familiar, con su mata de pelo negro, su frondosa barba y esos ojos tan sinceros! Conmigo aún en brazos, abraza a mi madre como puede y la besa. Si los mirara en ese momento, vería todo lo que se dicen sin una palabra, cuánto desean estar juntos de nuevo, contarse mil cosas y hablar de todo y de nada, pero existen cosas más urgentes en las que centrar mi atención: concretamente, en una grande, rectangular y con cuatro ruedas.

—¡Maleta!

Mi padre se ríe y me deja en el suelo. Me acerco a la maleta, que pesa demasiado para mí, y sigo a mi padre con mis pequeños pasos hasta que la deja en la mesa. Entonces empieza el ritual. Subida en una silla, espero impaciente a que la abra y casi puedo escuchar la música que suena, en mi propia imaginación, cuando levanta la parte superior y empiezo a ver las bolas de papel de periódico que inundan su interior. Con un gritito de alegría, extiendo mis brazos y voy sacando las pelotas de papel, buscando los auténticos tesoros que se esconden entre ellas. El primero es una rosa, con pétalos de rojo puro y un tallo verde sin espinas. Me quedo maravillada unos segundos, contemplándola con admiración, y luego sigo buscando hasta que la maleta queda completamente vacía. Y, de repente, el mundo vuelve a existir a mi alrededor. Sobre la mesa se hallan todos los regalos que he ido encontrando, cada uno recibido con un gritito de alegría, y las pocas bolas de papel que no han acabado rodando hasta el suelo. Me giro, buscando a mis padres de nuevo, y los veo abrazados, contemplándose, y contemplándome, con amor. Entonces dejo atrás la maleta, la pila de regalos y esa hermosa rosa roja y corro hacia ellos. Porque no existe mejor regalo que el hecho de que mi familia vuelva a estar completa.

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